Entre
las tendencias renovadoras de la educación que emergieron en tiempos de la
Ilustración, el pedagogo más notorio fue el filósofo ginebrino Jean Jacques
Rousseau (1712-1778) quien, en pleno siglo XVIII, escribió la novela Emilio
o de La Educación donde evitó que su discípulo imaginario, huérfano, noble
y rico tomara contacto con los vicios de la sociedad. Intentaba determinar la
naturaleza humana en su espontaneidad prescindiendo de toda posible causa de
perturbación. Dos supuestos fundamentales de su pensamiento pedagógico se
arraigan en la creencia de la bondad natural
del hombre y en la valoración de la libertad como bien supremo por el que
pueden subvertirse los demás valores.
Consideraba centrales la educación de la naturaleza y la educación
de las cosas a través del contacto directo con el ambiente, la indagación y
el aprendizaje de los trabajos manuales como, por ejemplo, la carpintería. En
contraste, creía que la educación de los hombres debía tener carácter
negativo, es decir, excluir todas las prácticas de instrucción directa y no
obstaculizar, perturbar o acelerar el proceso natural de maduración y actividad
espontánea del niño.
La
novela de Rousseau está dividida en cinco libros que trazan el
desarrollo de Emilio desde el nacimiento hasta el matrimonio y la paternidad.
En los cuatro primeros desplegó una progresión continua del desarrollo natural
individual en el que cada etapa está condicionada por la anterior y reproduce
el desarrollo de la humanidad y el quinto libro está dedicado a la educación de
la mujer, la entrada de Emilio en la vida social y a su matrimonio con Sofía.
Así, dividió el tiempo de educación en cuatro períodos: El primer período,
correspondiente a la infancia desde el nacimiento hasta los dos años de
edad aproximadamente, está caracterizado por la adquisición de las artes
elementales de comer, hablar, caminar, para las cuales no se requiere más que
la imitación inconsciente y el esfuerzo
personal. El educador, en esta etapa, no debe estropear el efecto de las
lecciones de la experiencia por exagerar la indulgencia o la negligencia e insistir
en las actividades físicas mediante las que se robustece el cuerpo. El segundo
período, desde los tres años hasta los doce corresponde al estado salvaje aunque
ahora el niño cobra conciencia de su propia identidad y debe evitarse el uso de
libros de estudio, ni razonar con el niño quien debe aprender por experiencia
pues con su natural curiosidad explorará el mundo y aprenderá los primeros
elementos del lenguaje, la escritura y la lectura. Es importante promover el
entrenamiento de los sentidos a partir de ejercicios prácticos y juegos sin
coacción excepto la del deseo personal. El tercer período, desde los doce a los
quince años corresponde a la fase racional de la humanidad, en
esta instancia el joven es capaz de apreciar y de formar juicios críticos. El
texto que se introduce es la novela Robinson Crusoe y es importante
prestar atención a las ciencias, especialmente, la astronomía, la agricultura y
las artes manuales sin lecciones teóricas ni fábulas pues se aprende haciendo y
el valor de las materias a estudiar radica en su utilidad. El lenguaje se
desarrolla a través de la conversación y la lectura, la ciencia mediante
experimentos prácticos y aparatos simples construidos por el alumno. El cuarto
período, que se extiende desde los quince a los veinte años de edad, es la etapa
social en la que las preocupaciones
morales y religiosas se tornan importantes para el joven y para desarrollar su
sentido moral se requiere permitirle que halle a Dios a través de la naturaleza
y no mediante la teología ortodoxa.
También se origina la expansión de su interés natural hacia el sexo
opuesto. Los estudios deben continuar haciendo uso de situaciones reales. La
educación no es preparación para la vida sino que es la práctica de la vida.
De
modo similar a otras propuestas de Rousseau, su pedagogía no escapa de anidar
contradicciones y exageraciones, además de ser individualista al tratar la
educación de un solo alumno a cargo de un solo preceptor y en oposición a la
sociedad, desconociendo el valor de la educación escolar. No obstante, es indudable que ha marcado un
antes y un después en la historia del pensamiento pedagógico por ser quien
formuló el nuevo estatuto de la infancia,
la defensa de la libertad, la espontaneidad y la actividad en la
educación y fue precursor de los estudios de psicología evolutiva. Su
formidable influencia, considerada como una revolución copernicana en la
educación por desplazar el eje desde la acción del educador hacia la actividad
del educando, no sólo fue inmediata a través de pensadores como Kant,
Pestalozzi y Fröebel sino también en los Movimientos de reformación pedagógica
del siglo XX.
La
función encomendada al educador pues, alejada de la transmisión de preceptos,
hábitos y formalismos, radica en la preparación de situaciones concretas de
valor educativo. En verdad, a pesar de su prédica de libertad en la novela
subsisten múltiples contradicciones y numerosas trampas en las que el tutor
hace caer a Emilio con el fin de dirigir su educación. Las experiencias que
tiene Emilio con otros seres humanos en su formación están siempre mediadas y guiadas por su tutor
y el libro está densamente poblado de estratagemas para el aprendizaje. Por
ejemplo, aprende a leer porque recibe cartas de invitación que no puede descifrar
y que otros no quieren leerle como castigo por anteriores descortesías suyas o
aprende a no romper vidrios porque luego de hacerlo varias veces, lo encierran
en un cuarto sin ventanas.
A pesar de que Rousseau llegó al extremo
de hacer perder a su imaginario
discípulo para que se ejercitara sobre los puntos cardinales, en otro pasaje
criticó los libros de catecismo existentes pero no desestimó su uso para la
educación de Sofía, la compañera de Emilio, sino que expresó su deseo de que un
hombre que conociera la marcha del espíritu infantil elaborara uno inductivo en
el que a través de las preguntas solas el niño forjara por sí mismo las
respuestas sin aprenderlas y, en ciertos casos, pudiera él mismo interrogar a
su vez. La educación de la mujer, en la perspectiva del Rousseau, conservaba un
carácter limitado y dirigido al desempeño de sus roles tradicionales.
Su
obra no sólo fue quemada públicamente y censurada y se persiguió a su autor que
debió exiliarse, sino que provocó la proliferación de numerosos Anti-Emilios,
Emilios cristianos, Emilios corregidos, Nuevos Emilios,
etc., en diversos lugares.
En
la visión de Rousseau la reforma de la educación
constituye la vía para transformar el sistema político y social, logrando no
solamente modificar a los individuos sino a la sociedad entera. Se aspira a
educar al ciudadano para que construya una nueva sociedad. En las citas
siguientes se presentan alusiones sobre su concepción de las funciones de la
educación:
“Todo es perfecto al salir de
manos del hacedor de todas las cosas; todo degenera entre las manos del
hombre (1980:23)
“Se forman las plantas por el
cultivo y los hombres mediante la educación (…)
“Nacemos débiles, tenemos necesidad de fuerza; nacemos desprovistos
de todo, tenemos necesidad de asistencia; nacemos estúpidos, tenemos
necesidad de juicio. Todo lo que nosotros no poseemos por nuestro nacimiento
y de lo que tenemos gran necesidad al ser mayores, nos es dado por la
educación
Esta educación nos viene de la naturaleza, o
de los hombres o de las cosas. El desarrollo interno de nuestras facultades
y de nuestros órganos es la educación de la naturaleza; el uso que se nos
enseña a hacer de este desarrollo es la educación de los hombres; y la
adquisición de nuestra propia experiencia sobre los objetos que nos afectan
es la educación de las cosas.
Por tanto, cada uno de
nosotros está formado por tres clases de maestros. El discípulo en el que sus
diversas lecciones se contraríen está mal educado y jamás estará de acuerdo
consigo mismo; aquel en el que ellas caigan todas en los mismos puntos, y
tiendan a idénticos fines, camina sólo a su objetivo y vive consecuentemente.
Éste es el único bien educado.
Ahora bien, de estas tres
diferentes educaciones, la de la naturaleza no depende de nosotros; la de las
cosas sólo depende en ciertos aspectos. La de los hombres es la única de
laque verdaderamente somos los maestros; todavía no lo somos por suposición;
porque ¿qué es lo que se puede esperar de dirigir totalmente los consejos y
las acciones de todos aquellos que rodean al niño?
Dado que la educación es un
arte, es casi imposible que ella tenga éxito, pues el concurso necesario para
lograrlo no depende de nadie. Todo lo que a fuerza de cuidados puede hacerse
es acercarse más o menos al objetivo, mas es preciso fortuna para alcanzarlo.
¿Cuál es este objetivo? Es el
de la misma naturaleza; esto acaba de ser demostrado. Puesto que el concurso
de las tres educaciones es necesario para su perfección, es respecto a
aquella en la que nada podemos, sobre
la que es preciso dirigir las otras dos. Pero pueda ser que esta palabra
naturaleza tenga un sentido demasiado vago; es preciso ocuparnos de fijarla
aquí” (1980:24-25)
“La institución pública no
existe ya, y no puede seguir existiendo, porque donde no existe ya la patria,
no puede seguir habiendo ciudadanos. Estas dos palabras ‘patria’ y
‘ciudadano’ deben ser borradas de las lenguas modernas. Yo se bien la razón,
pero no quiero decirla; no afecta en nada a mi propósito.
Yo no considero como una
institución pública estos risibles establecimientos a los que se llama
colegios. Yo no sigo contando con la educación del mundo, porque esta
educación tendente a dos fines contrarios, falla en ambos, y no es apropiada
sino para hacer hombres dobles que asemejen siempre relacionarse con los
demás, y no relacionándose nunca sino
consigo mismos (…)
Queda en fin la educación
doméstica o de la naturaleza; pero ¿qué llegará a ser para los demás un
hombre únicamente educado para sí? Si pudiera reunirse en uno solo el doble
objeto que se propone al quitar las contradicciones del hombre se quitaría un
gran obstáculo para su felicidad” (…) (1980:27-28)
“En el orden social, en donde
todas las plazas están designadas, cada uno debe ser educado para la suya. Si
un particular está formado para su plaza propia, no lo está ya para nadie
más. La educación sólo es útil en tanto que la fortuna se amolde a la
vocación de los padres; en caso contrario es perjudicial al alumno, aunque
sólo sea por los prejuicios que ella ha puesto en él. En Egipto en donde el
hijo estaba obligado a abrazar el estado de su padre, la educación tenía al
menos un propósito asegurado; pero, entre nosotros, en donde permanecen sólo
las clases y en donde los hombres cambian sin cesar, ninguno sabe si,
educando a su hijo para lo suyo, no trabaja contra él.
En el orden natural, siendo
todos los hombres iguales, su vocación común es el estado de hombre; y quien
quiera que esté bien educado para esto no puede cumplir mal con cuanto se
relaciona con esta condición. Poco me importa que a mi alumno se le destine a
las armas, a la iglesia, al foro. Antes que la vocación de los padres, la
naturaleza le llama a la vida humana. Vivir es el oficio que yo quiero
enseñarle; saliendo de mis manos él no será, convengo en ello, ni magistrado,
ni soldado, ni sacerdote; será primeramente hombre: todo lo que este hombre
debe ser y sabrá serlo en la necesidad tan bien como precise; y cuando la
fortuna tenga a bien hacerle cambiar de lugar, él permanecerá siempre en el
suyo (…)
“Nuestro verdadero estudio es
el de la condición humana. Aquel de entre nosotros que sabe mejor soportar
los bienes y los males de esta vida es, según mi parecer, el mejor educado; de donde se sigue que la verdadera
educación consiste menos en preceptos que en ejercicios. Comenzamos a
instruirnos comenzando a vivir; nuestra educación comienza con nosotros;
nuestro primer preceptor es nuestra nodriza”. (1980:28-29)
“La obra maestra de una buena educación es hacer a
un hombre razonable; ¡y se pretende educar a un niño por la razón! Esto es
comenzar por el fin, es querer hacer
el instrumento de la obra. Si los niños razonasen no tendrían
necesidad de ser educados…” (1980:84)
“La primera educación debe ser, pues, puramente
negativa. Consiste, no en enseñar la virtud ni la verdad, sino en defender al
corazón del vicio y del espíritu del error” (1980:89)
“La letra mata, el espíritu
vivifica. Se trata menos de aprender un oficio para saber un oficio, que para
vencer los prejuicios que lo menosprecian (…) Descended al estado de
artesano, para estar por encima del vuestro. Para someteros a la fortuna y
las cosas, comenzad por haceros independiente. Para reinar por la opinión,
comenzad por reinar sobre ella. (1980:212-213)
“Es necesario que él trabaje como campesino y que
piense como filósofo, para no ser tan haragán como salvaje. El gran secreto
de la educación está en hacer que los ejercicios del cuerpo y los del alma,
sirvan siempre de descanso los unos para los otros” (1980:220-221)
-Rousseau, Jean-Jacques Emilio o de La Educación. EDAF.
Madrid. 1980.
|
[i] La obra de Rousseau
está dividida en cinco libros que trazan el desarrollo de Emilio desde el
nacimiento hasta el matrimonio y la paternidad. En los cuatro primeros desplegó
una progresión continua del desarrollo natural individual en el que cada etapa
está condicionada por la anterior y reproduce el desarrollo de la humanidad y
el quinto libro está dedicado a la educación de la mujer, la entrada de Emilo
en la vida social y a su matrimonio con Sofía. Así, dividió el tiempo de
educación en cuatro períodos: El primer período, correspondiente a la
infancia desde el nacimiento hasta los dos años de edad aproximadamente,
está caracterizado por la adquisición de las artes elementales de comer,
hablar, caminar, para las cuales no se requiere más que la imitación
inconsciente y el esfuerzo personal. El
educador, en esta etapa, no debe estropear el efecto de las lecciones de la
experiencia por exagerar la indulgencia o la negligencia e insistir en las
actividades físicas mediante las que se robustece el cuerpo. El segundo
período, desde los tres años hasta los doce corresponde al estado salvaje aunque
ahora el niño cobra conciencia de su propia identidad y debe evitarse el uso de
libros de estudio, ni razonar con el niño quien debe aprender por experiencia
pues con su natural curiosidad explorará el mundo y aprenderá los primeros
elementos del lenguaje, la escritura y la lectura. Es importante promover el
entrenamiento de los sentidos a partir de ejercicios prácticos y juegos sin
coacción excepto la del deseo personal. El tercer período, desde los doce a los
quince años corresponde a la fase racional de la humanidad, en
esta instancia el joven es capaz de apreciar y de formar juicios críticos. El
texto que se introduce es la novela Robinson Crusoe y es importante prestar
atención a las ciencias, especialmente, la astronomía, la agricultura y las
artes manuales sin lecciones teóricas ni fábulas pues se aprende haciendo y el
valor de las materias a estudiar radica en su utilidad. El lenguaje se
desarrolla a través de la conversación y la lectura, la ciencia mediante
experimentos prácticos y aparatos simples construidos por el alumno. El cuarto
período, que se extiende desde los quince a los veinte años de edad, es la etapa
social en la que las preocupaciones
morales y religiosas se tornan importantes para el joven y para desarrollar su
sentido moral se requiere permitirle que halle a Dios a través de la naturaleza
y no mediante la teología ortodoxa.
También se origina la expansión de su interés natural hacia el sexo opuesto.
Los estudios deben continuar haciendo uso de situaciones reales. La educación
no es preparación para la vida sino que es la práctica de la vida.
De modo
similar a otras propuestas de Rousseau, su pedagogía no escapa de anidar
contradicciones y exageraciones, además de ser individualista al tratar la
educación de un solo alumno a cargo de un solo preceptor y en oposición a la
sociedad, desconociendo el valor de la educación escolar. No obstante, es indudable que ha marcado un
antes y un después en la historia del pensamiento pedagógico por ser quien
formuló el nuevo estatuto de la infancia,
la defensa de la libertad, la espontaneidad y la actividad en la
educación y fue precursor de los estudios de psicología evolutiva. Su
formidable influencia, considerada como una revolución copernicana en la
educación por desplazar el eje desde la acción del educador hacia la actividad
del educando, no sólo fue inmediata a través de pensadores como Kant,
Pestalozzi y Froebel sino también en los Movimientos de reformación pedagógica
del siglo XX.
CORTO SOBRE LA FILOSOFÍA DE ROUSSEAU
CORTO SOBRE ROUSSEAU Y LA EDUCACIÓN
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