Desde
un enfoque tecnológico de la pedagogía, el
psicólogo neoconductista Burrhus Frederick Skinner (1904-1990) propuso,
en la década de los años cincuenta, organizar la educación concibiéndola como
una empresa y aplicándole las técnicas y maquinarias que habían producido el
desarrollo industrial norteamericano en el siglo XX. Con una inquebrantable
convicción en las posibilidades de la programación de entornos de aprendizaje
ajustados a los principios del condicionamiento operante que proveyesen
a los estudiantes de refuerzos artificiales para la fijación de conductas
adecuadas, brindó la base para los desarrollos de la Instrucción Programada.
A
diferencia de las conductas reflejas y automáticas, las conductas operantes,
que son la mayoría de las humanas, tienen un efecto sobre el mundo exterior u
operan sobre él. En tanto que el condicionamiento clásico se basa en la
asociación encadenada de estímulos y respuestas donde cada conducta es
controlada por el estímulo precedente, en el operante propuesto por Skinner, la
conducta es controlada por sus consecuencias, los estímulos que siguen a la
respuesta. La ley del efecto de Thorndike, denominada de refuerzo
por Skinner, alude a los sucesos o estímulos que siguen a una respuesta y
tienden a reforzar la conducta o acrecentar la probabilidad de esa respuesta.
Sobre este tipo de estímulos reforzadores, Skinner ha privilegiado los
positivos por ser más eficaces en fortalecer la conducta apropiada y tienen
menos subproductos objetables. La Instrucción Programada, haciendo abstracción
de diversas transformaciones, ha mantenido tres notas principales:
1)
Una secuencia ordenada de ítems.
2)
Una respuesta escrita en el margen por
el alumno: respuesta simple, selección entre una serie o solución de un
problema.
3)
Una confirmación inmediata de la respuesta
dada, o en el mismo programa o en otro lugar del libro.
Las
falencias que se pueden encontrar en
este tipo de recursos didácticos son las mismas que las advertidas sobre
la psicología conductista que le sirve de fundamento.
Cada
paso o cada cuadro de un programa de instrucción está encadenado estrechamente
con el posterior de manera que asegure el éxito del estudiante por ello se
estructura en pequeños pasos que mantienen su actividad y la frecuencia de
refuerzo contingente a cada respuesta que da. Fue utilizada en todos los
niveles educativos y diversas materias incluso la formación de conceptos, creatividad y
solución de problemas, es decir, el dominio de las capacidades más complejas
donde los conductistas han mostrado mayores debilidades. Skinner sostuvo
la superioridad de este tipo de materiales respecto de los tradicionales libros
de texto y las ayudas audiovisuales en varios puntos: intercambio continuo
entre el programa y el estudiante, individualización de la enseñanza acorde al
progreso del alumno, aporte de alusiones, indicaciones, sugerencias, etc. que
lo guían, retroalimentación inmediata de la conducta del alumno que contribuye
a mantener su atención e interés.
Si
bien al comienzo los programas eran excesivamente simples y lineales, luego
desde la perspectiva cibernética se introdujo la idea de ramificación por la
que se plantearon diferentes secuencias en orden de abstracción y complejidad
creciente que podían abordar los estudiantes según su grado de avance y
rapidez. Ante las respuestas fallidas se proporcionaban alternativas de
recuperación. Aunque no era el autor de estos avances, Skinner también promovió la adopción de
diversos artefactos para la enseñanza denominados máquinas de enseñar
pero la característica de todos ellos es que descansaban en los mismos
principios de estructuración de secuencias instructivas descompuestas en
pequeños pasos, es decir, en la lógica simplificadora que caracteriza a la
Instrucción Programada, ya sea que se escribieran en forma de libros o se
materializaran en dispositivos mecánicos. De hecho, por lo general las máquinas
tenían funciones semejantes: poseían una ranura
y, a través de ella, aparecía una afirmación y / o una pregunta, una
segunda abertura en la que el alumno escribía su respuesta o solución y un
tercer arreglo por el que, automáticamente, se movía una tapa corrediza para verificar la respuesta
correcta. Las máquinas se arreglaban de tal modo que era preciso completar una
pregunta antes que pueda ser vista la siguiente. Aunque podemos hablar en
pasado de este tipo de programas, revisando muchos productos de software
educativo actuales es factible registrar procedimientos de simple
identificación y repetición que remiten a estos principios porque es la misma
racionalidad tecnicista la que los inspira.
A
pesar de obtener alta resonancia
pública, en una entrevista que le
realizaron poco antes de su muerte acaecida en 1990, expresó que su falla en
convencer a los educadores de la importancia de la instrucción programada fue
una de sus más grandes decepciones. Nos preguntamos por qué no admitía su
porción de influencia en las reformas curriculares que, a partir de materiales
estandarizados a prueba de profesores, dominaron las décadas del setenta y del
ochenta en EEUU y otros países. Podemos
decir que, de acuerdo a este marco, en
la pedagogía de Skinner se traslucen claramente las principales notas de la
corriente tecnocrática de la educación, cuyo supuesto básico expresa que la
racionalidad de los sujetos está orientada especialmente por una búsqueda de
previsión y control sobre el mundo y los valores no están clarificados.
La
preocupación por la eficiencia, que vimos en Europa durante el siglo XVII
claramente expresada en la obra de Comenio, cruza el sistema capitalista desde
sus orígenes y, como reflejo, al sistema educativo estadounidense desde
temprano. En 1915 una Comisión de Estudios de la Economía de Tiempo en la
Educación, creada bajo el encargo de la Asociación Nacional de Educación,
inició un estudio detallado de las condiciones existentes en los sistemas
escolares de las ciudades más representativas de ese país. De ellas surgieron
dos corrientes reformistas: una progresista que intentó dar vida a los
programas de estudio y otra conservadora, que se puso de manifiesto durante la
década del 20 y fue liderada por el ingeniero Franklin Bobbitt (1876-1952)
pionero del enfoque tecnológico del currículum, la que resultó prevaleciente
cuando, a mediados del siglo XX, EE.UU
imputó a su sistema educativo las ventajas que estaba obteniendo la U.R.S.S en
la carrera espacial. De este modo, el modelo fordista-taylorista del mundo
empresarial se trasladó al ámbito educativo, en principio en la organización de
las instituciones escolares y rápidamente también a los procesos instructivos
en el aula.
No
obstante, los más destacados representantes de lo que suele identificarse como
la segunda generación de teóricos curriculares, Ralph Tyler (1902-1994) e Hilda Taba (1902-1967) tuvieron una
concepción más amplia del curriculum y de la pedagogía que los primeros
referentes. De hecho, Hilda Taba fue admiradora de la educación progresiva a la
que había estudiado con detalle y puede considerarse pionera de la educación
intercultural por su estudio para fomentar la tolerancia entre estudiantes de
diferentes grupos étnicos. Asimismo,
construyó tres estrategias docentes de enseñanza inductiva para la
formación de conceptos, la interpretación de datos y la aplicación de
principios que continúan exponiéndose entre los modelos de enseñanza. Un pilar
que contribuyó a prolongar el éxito de esta pedagogía por objetivos fue
la facilidad para implementar el control y la evaluación de rendimientos
escolares sobre la base de la formulación de taxonomías de conocimientos,
siendo la más difundida la elaborada por Benjamin Bloom (1913-1999) y sus
colaboradores que establecía una relación jerárquica entre seis niveles
cognoscitivos: conocimiento-comprensión-aplicación-análisis-síntesis-evaluación
en grado creciente de complejidad, la que recibió numerosas críticas tanto por
la linealidad y simplificación de su secuencia como por considerar la
evaluación o el juicio crítico como el aprendizaje más valioso, omitiendo o
desvalorizando la dimensión de producciones divergentes, innovadoras o
creativas entre otras objeciones.
En
forma coherente con sus supuestos positivistas y a partir de la prohibición que
sufriera el iniciador de la corriente John Watson para trabajar con seres
humanos en sus experimentos, los conductistas elaboraron sus conclusiones sobre
el aprendizaje humano extrapolándolas de las experiencias de investigación con
animales. En el caso de Skinner, principalmente, palomas y ratones. Esto
asemeja a la psicología con la etología y la reduce a los tipos de aprendizajes
de nivel inferior ligados al enlace entre estímulos y respuestas; deficiencias
que han subrayado y contrarrestado las corrientes psicológicas humanistas y,
especialmente, las encabezadas por
Piaget y por Vygotski. Se ignora la complejidad y singularidad de la
caja negra del pensamiento humano pues los conductistas se niegan a
abrirla tomando exclusivamente a la
conducta manifiesta como objeto de estudio.
Estos
materiales programados aparecieron como una variante de los libros de texto que
no dejó de convertirlos en una especie de catecismos laicos que dirigían un
aprendizaje puramente instructivo y en caminos algorítmicos, incitándoles a una
participación acotada a brindar las respuestas esperadas, en muchos casos,
simplemente completar una palabra por párrafo y negándoles la exploración de
alternativas originales. No es sorprendente, entonces, que Skinner puesto a
disertar sobre el estudiante creador recurriera a argumentos tales como la
explicación de la emergencia del descubrimiento científico y la invención
literaria y artística por una azarosa programación de las contingencias
necesarias.
La
función del docente en el conductismo se limita a seleccionar y presentar los
estímulos, disponer las contingencias o condiciones de refuerzo para que el
alumno aprenda más deprisa que si lo hiciera naturalmente. Puede inferirse que
esta tecnología educativa pretende, en su discurso oculto, prescindir del
profesorado, concentrando las capacidades de decisión en unos pocos
programadores. Por su parte, el estudiante debe responder a las propuestas y
consignas del docente en un ambiente pautado en forma muy precisa y se
descarta, por ineficaz, todo método de enseñanza natural, dialógico o por
descubrimiento.
El
acentuado ambientalismo de Skinner lo llevó a plasmar su utopía tecnocrática en
la novela Walden dos en 1948, en la que explícitamente tomó ideas del
escritor Henry Thoreau y del socialismo soviético al cual le veía cuatro puntos
débiles: disminución del espíritu experimental, el abuso de la propaganda, la
utilización de los héroes y, especialmente, que el experimento comunista se
basara en el poder, utilizado los mismos métodos que el capitalismo. Pero, tal
como ocurrió en ese sistema que objetaba, en su utopía una élite poseedora del
poder y del control decide planificar una sociedad imponiendo sus propios ideales
donde los planificadores se convierten en ingenieros sociales y los sujetos
planificados sólo tienen que responder y adaptarse pasivamente.
Esa
convicción en el poder del medio externo, de concebir a la cultura como un
ambiente social planificable le imbuía de un optimismo en cuanto a las
posibilidades de la educación pero no pensando en las escuelas tal como las
conocemos por ello, algunos autores lo relacionan, aunque desde postulados
diversos, con la corriente de la desescolarización.
“...el
objetivo de la educación se puede formular en términos comportamentales: el
maestro prepara las contingencias bajo las cuales el estudiante adquiere el
comportamiento que le será útil bajo otras contingencias más tarde. Las
contingencias instruccionales se deben preparar; no hay otra forma de
hacerlo”(1994:167)
“El
comportamiento del individuo se cambia fácilmente diseñando nuevas
contingencias de refuerzo. En campos tales como la educación, la
psicoterapia, la penología y los incentivos económicos se diseñan explícitamente
nuevas prácticas culturales” (1994:186)
“Nadie interviene realmente. La humanidad ha creado
lenta pero erráticamente ambientes en los cuales las personas se comportan
más efectivamente, y sin duda disfrutan de los sentimientos que acompañan al
comportamiento de éxito. Este es un proceso continuo”. (1994:187)
“Los niños
constituyen nuestro recurso más válido y, en cambio, es una vergüenza que se
encuentren sumidos en el olvido. Durante los primeros años de la vida pueden
conseguirse cosas portentosas de un niño y sin embargo lo dejamos en manos de
gente cuyos errores se escalonan desde el abuso a la protección excesiva y al
derroche del afecto cuando la conducta no es la apropiada. (...)Todo esto
presenta un cariz completamente diferente cuando los niños, desde el
principio de su vida, forman parte de una comunidad más amplia (...) Las
comunidades reducidas constituyen el marco ideal para un nuevo género de
educación, liberada de la interferencia de administradores, políticos y
asociaciones docentes”. (1985:10-11)
“Posiblemente
los asuntos sociales y políticos han desempeñado un papel más importante de
lo que parece, y algunos de ellos se han manifestado de modo palpable
recientemente. La idea de que es poco o nada lo que se debe al ambiente ha
influido en la educación. Los estudiantes se clasifican principalmente en
aquellos que no necesitan que se les enseñe y aquellos a quienes no se les
puede enseñar, y la doctrina de la educación universal se combate con el
argumento de que hay niños a los cuales por esencia no se les puede enseñar.
Pero los papeles de la herencia y el ambiente se deben descubrir por medio de
la observación, no se deben asignar de acuerdo con una creencia política”
(1994:200)
“En Walden
Dos tenemos un objetivo diferente: Hacer de cada hombre un hombre de valor.
Todos vencen los obstáculos. Algunos necesitan más preparación que otros,
pero todos los vencen. El modo tradicional de combatir la adversidad es
elegir al fuerte. Nosotros, en cambio, controlamos la adversidad para crear
fortaleza”. (1985:108)
“En nuestra
comunidad casi podemos decir que la escuela es la familia, y viceversa.
Podemos adoptar los mejores métodos educativos, y evitar, al mismo tiempo,
todo el mecanismo administrativo que las escuelas necesitan con el fin de
adaptarse a una estructura social desfavorable. No tenemos que preocuparnos
por seguir programas oficiales con el fin de permitir a los alumnos pasar de
una escuela a otra, ni valorar o controlar la actividad de colegios
particulares. Tampoco exigimos de nuestros niños que todos desarrollen las
mismas habilidades o talentos. Ni ponemos especial interés en un grupo de
asignaturas determinado” (1985:113)
“Ahora,
tras la experiencia reciente de Walden Dos, vi. que esto no podía seguir así.
Pero también comprendí que los propios educadores no podían resolver la
situación por sí mismos. Las causas eran demasiado profundas, demasiado
remotas. Implicaban toda la estructura de la sociedad. Lo que hacía falta era
un nuevo concepto del hombre, compatible con nuestro conocimiento científico,
el cual podría conducir a una filosofía de la educación que tuviera alguna
repercusión en las prácticas educativas. Pero para conseguir esto, la
educación tendría que abandonar las limitaciones técnicas que se había
impuesto a sí misma para introducirse en un ámbito superior de la ingeniería
humana. Esto sólo sería posible mediante una revisión total de la
cultura”(1985:276)
(Los números entre paréntesis corresponden a las
páginas en las ediciones electrónicas de “Sobre el conductismo”(1994) y
“Walden Dos”(1985) anotadas en el apartado de fuentes)
“Aunque una
tecnología de la enseñanza tenga sobre todo por objeto el comportamiento del
estudiante, hay en el mundo de la educación otras figuras a las que se ha de
aplicar un análisis experimental. Necesitamos un mejor conocimiento no sólo
de los que aprenden, sino también de: 1) los que enseñan; 2) los que se
dedican a la investigación; 3) los que administran los centros docentes; 4)
los que dirigen la política educativa, y 5) los que sostienen la educación.
Todas estas personas están sometidas a contingencias de reforzamiento que tal
vez hayan de modificarse para que la educación, como institución, mejore y
progrese” (1979:227)
“El ideal
sería que un sistema de educación maximizase las posibilidades de que la
cultura no sólo se planteara y resolviera sus problemas, sino que aumentara
rápidamente su capacidad de hacerlo. Para plantear tal sistema tendríamos que
saber: 1) qué problemas se le presentarán a la cultura; 2) qué tipos de
comportamiento humano contribuirán a su solución, y 3) qué tipos de enseñanza
generará ese comportamiento. A una tecnología de la enseñanza le compete la
última de estas cuestiones; la segunda cae dentro del alcance de un análisis
experimental del comportamiento. En cuanto a la primera cuestión, es de un
orden enteramente diverso (…) La cultura que con más exactitud prevea los
problemas que se le vayan a presentar y más efectivamente acierte con el tipo
de comportamiento idóneo para solucionarlos, será, a buen seguro, la que
mejor pondrá a punto una tecnología de la enseñanza” (1979:231-232)
“A la
larga, el principal servicio que puede prestar una tecnología de la enseñanza
es el de aumentar la productividad del profesor. Sencillamente, porque le
permite enseñar más: más de una materia determinada, más materias y a más estudiantes. Y no se
quiera ver aquí ningún asomo de explotación industrial en cierne, pues el ser
más productivo no significa trabajar más. Por el contrario, significa
trabajar en mejores condiciones y por una compensación más proporcionada al
mayor fruto” (1979:254)
-Skinner,
Burrhus F. Tecnología de la enseñanza. Labor. Barcelona.1979.
-Skinner, Burrhus F. Walden
Dos. Orbis / Hyspamerica. Madrid. 1985.
-Skinner, Burrhus F. Sobre
el conductismo. Planeta-De Agostini. Barcelona.
1994.
|
CORTO SUBTITULADO AL ESPAÑOL SOBRE EL CONDUCTISMO Y LOS APORTES DE SKINNER
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