GRABADO QUE ILUSTRA UNA CLASE JESUITA EN LA UNIVESIDAD DE SALAMANCA (ESPAÑA)
La
educación de las universidades entre los siglos IX y XV se ha identificado con
la metodología escolástica que tenía como función reconciliar la creencia y la
razón, la religión y la ciencia. Los antiguos diálogos socráticos, de búsqueda
dialéctica y cuestionadora para una mejor comprensión, bajo el supuesto de una
verdad no absoluta que emergía desde el interior del hombre como reminiscencia,
en el medioevo se transformaron en discusiones regidas por el principio de
autoridad sobre asuntos de fe y razón, con frecuencia encaradas por un mismo
individuo y en las que se aplicaba minuciosamente la lógica aristotélica
deductiva, para conciliar argumentos sintetizadores destinados a entender la
verdad absoluta revelada por Dios.
En
sus inicios desarrolló el pensamiento lógico formal pero luego se anquilosó y
fue un obstáculo. Más allá de que pueden matizarse distintas modalidades, se
transmutó en una armadura del pensamiento medieval, no como confrontación de
argumentos opuestos y búsqueda de síntesis conciliadora sino como sistema de
discusión dogmático. Especialmente por su rigidez, en su lectura atenida a los
exclusivos recursos de la lógica aristotélica y la fe canónica con menos
intenciones de aprender a razonar que de aprender a discutir, es decir, el arte
de argumentar contra otro y de refutar antes que el arte de probar, un método
para defender ideas más que para desarrollarlas.
Con
el cometido de remozar la escolástica, la Compañía de Jesús fue fundada a mediados
del siglo XVI (1534) por el español
Ignacio de Loyola (1491-1556) como una organización eclesiástica católica con
principios de régimen militar para combatir en el plano ideológico a los reformadores protestantes y al
movimiento humanista. Para los jesuitas,
como soldados de Cristo, clérigos que se mezclaban en la vida del mundo, aunque
sus propósitos iniciales fueron la confesión, la predicación y la
catequización, pronto la educación ocupó un lugar primordial en sus intereses.
El latín era el punto central de la instrucción al punto que para ser admitidos
los estudiantes tenían que tener conocimientos rudimentarios de esa lengua y se
prohibía hablar en otro idioma. Se excluía el conocimiento histórico y de las
disciplinas científicas y se privilegiaba la enseñanza de la oratoria con
textos de Cicerón, generalmente no se estudiaba un autor ni una obra sino
trozos escogidos, extractos. Para evitar la influencia de la literatura de la
época se convirtieron en apologistas y exégetas de la literatura antigua
pagana. Inventaron el procedimiento de lecciones cortas, cuidadosamente
graduadas, con repasos frecuentes (semanales, mensuales, trimestrales, anuales)
mucha repetición oral y la recurrencia a temas breves.
El
maestro daba las explicaciones generalmente al inicio de la clase y luego los
alumnos debían repetir, se buscaba la memorización por sobre la comprensión.
Introdujeron el deber escrito convertido, desde entonces, en el prototipo de la
tarea escolar. Asignaban en forma abundante ejercicios de composición muy
variados así como dictados porque era necesario evitar el tiempo ocioso. Debido
a que para acceder mejor a las mentes se necesitaba abrir los corazones
haciéndose amar, era menester que el maestro ganase su autoridad por el afecto
y el ascendiente moral. Por ello,
evitaban los castigos severos antes recurrían a promover la emulación y la
competencia entre los individuos que eran subdivididos según sus capacidades
y utilizaban notas escolares además de
pruebas, certámenes y concursos.
A pesar
de que las aulas jesuitas eran numerosas (podían llegar a convivir entre 200 y
300 alumnos) el principio de individualización fue llevado al extremo. En los
colegios de internados, los alumnos vivían con sus maestros. Durante toda su
vida colegial eran vigilados y dirigidos por los “decuriones” o ayudantes que
eran alumnos avanzados que elegía el
docente para recolectar los trabajos y controlar el cumplimiento de los deberes
por parte de los estudiantes de la fila (decuria) que tenía asignada. Con frecuencia,
pasaban luego a ser maestros.
Los
pilares de la escuela son el orden, el control y la autoridad. El orden se
materializa en el método que ordena tiempo, espacio y actividad. El control es
un elemento central y comienza por el cuerpo que es sometido a vigilancia
permanente, prescripciones y represiones como efectos visibles del
disciplinamiento. La autoridad se personifica en el maestro, dueño del
conocimiento y del método quien debe preparar a los estudiantes para su futura
vida laboral y social.
Para
medir los alcances de la educación jesuítica se debe tener en cuenta que sus
destinatarios principales eran los nobles y burgueses, los personajes
importantes de los siglos XVII y XVIII fueron educados por los jesuitas aunque
algunos, como Descartes y Voltaire, se rebelaron contra ellos. Otras órdenes
católicas se dedicaron a instaurar sistemas pedagógicos de enseñanza elemental
destinados a la educación de masas como Juan Bautista de Lasalle (1651-1719)
que formó una amalgama en cuanto al método grupal colectivo como el que proponía Comenio con la
visión fiscalizadora de los jesuitas a través de una pedagogía del detalle que
reglamentaba puntillosamente la vida escolar ritualizando la comunicación entre
el docente y los alumnos y exaltando la educación moral. Es importante añadir
que, avanzado un poco más el capitalismo con la Revolución Industrial y el
consecuente crecimiento de las ciudades y de las demandas de instrucción así
como la escasez de docentes y escuelas, hubo intentos de maximizar la efectividad
de la enseñanza mutua que brindaban los alumnos monitores con métodos de
enseñanza elemental como el difundido por Joseph Lancaster (1778-1838) que
llegaba a atender hasta a 1000 estudiantes por cada maestro pero hacia mediados
del siglo XIX fue desapareciendo a favor de la generalización de la enseñanza
simultánea grupal a cargo del docente.
La Ratio
Studiorum es el texto en el que se presenta la minuciosa sistematización,
organización y método de los estudios en los Colegios y Universidades de la
Compañía de Jesús. Añadido a otros textos oficiales contemporáneos pueden
identificarse en su lectura las funciones sociales de la educación escolar
destacadas en esta pedagogía.
“Fin de los
estudios de la Compañía. P.4 proem. Y c. 12, 1.P. 10.3.
1. Siendo
uno de los misterios primarios de nuestra Compañía enseñar a los demás todas
las materias que sean conformes con nuestro instituto, con el fin de que se
muevan al conocimiento y al amor de nuestro Creador y Redentor: piense con
todo cuidado el Propósito Provincial en atender a tan múltiple trabajo de
nuestras escuelas, exigido por la gracia de nuestra vocación, para que el
fruto responda con abundancia.
Prefecto
general de estudios. P.4, c. 17,2.
2. Por
consiguiente, no sólo, encomiende esto en el Señor al Rector y no sólo a él
sino también nómbrese un Prefecto de estudios o Canciller, persona
notablemente versada en letras y ciencias, que tenga buen celo y juicio en lo
que le fuere encomendado: cuyo oficio sea hacer de instrumento del Rector
para disponer bien los estudios: al que deben obedecer con la debida humildad
en lo tocante a los estudios de los profesores y los estudiantes, ya los del
mismo colegio, ya también los que tal vez viven en los seminarios de internos
y alumnos, y los Prefectos de estudios en los seminarios.
Prefecto de
estudios inferiores y del atrio.
3. Si por
lo grande y variado de la escuela pareciere que no se pude atender
suficientemente a los asuntos de todos los escolares con un solo Prefecto de
Estudios: nombre otro, que dirija los estudios inferiores según la
disposición del Prefecto general; más aún si fuera necesario, agregue un
tercero que dirija el atrio de los escolares.
Cómo
disponer de profesores. P. 4, c. 6,6.
4. Con
mucha anticipación vea cuántos profesores podrá tener por cada facultad,
fijándose en los que le parezcan más aptos para ella, y que sean doctos,
diligentes y asiduos, no menos que inclinados al provecho de los estudiantes
así en las lecciones como en otros ejercicios literarios.
Estudio y
maestro de la Sagrada Escritura. P. 4, c. 12,2 v B.
5. Ponga mucha diligencia en promover el estudio de las
Sagradas Letras: lo que conseguirá si escoge personas no sólo peritas en
lenguas (porque esto es sumamente necesario) sino también en la teología
escolástica y en las demás ciencias y en la historia y en variada erudición
y, en cuanto sea posible, bien versados en elocuencia. (Ratio Studiorum
Oficial 1599)
“25. Dios
se revela especialmente en el misterio de la persona humana, ‘creada a imagen
y semejanza de Dios’ y por ello, la educación jesuítica explora el
significado de la vida humana y se preocupa por la formación total de cada
estudiante como ser amado personalmente por Dios. El objetivo de la educación
jesuítica consiste en ayudar al desarrollo más completo posible de todos los
talentos dados por Dios a cada persona individual como miembro de la
comunidad humana.
34. Por el
hecho de que todo programa en la escuela puede ser medio para descubrir a
Dios, todos los profesores comparten la responsabilidad de la dimensión
religiosa del centro. Sin embargo, el factor integrador en el proceso del
descubrimiento de Dios y de la comprensión
del verdadero significado de la vida humana es la teología, presentada
mediante la educación religiosa y espiritual. La formación religiosa y
espiritual se integra dentro de la educación jesuítica; no es algo añadido al
proceso educativo o separado de él.
36.(...) El
desarrollo intelectual, imaginativo y afectivo, creativo y físico de cada
estudiante, junto con el sentido de admiración que es un aspecto de cada
asignatura y de la totalidad de la vida de la escuela, todo puede ayudar a
los alumnos a descubrir a Dios activo en la historia y en la creación.
37.
Respetando la integridad de las disciplinas académicas, preocupación de la
educación jesuítica es la preparación para la vida, que es en sí misma
preparación para la vida eterna. La formación de la persona no es un fin
abstracto; la educación jesuítica está también preocupada por la manera en
que los estudiantes aprovecharán su formación dentro de la comunidad humana,
en el servicio a los demás ‘para alabar, hacer reverencia y servir a Dios’.
El éxito de la educación de la Compañía no se mide en términos de logros
académicos de los estudiantes o de competencia profesional de los profesores,
sino más bien en términos de la calidad de su vida”. (Características de la
Educación de la Compañía de Jesús. 1986:151-154) (Las referencias entre
paréntesis corresponden a la edición electrónica de “Ratio Studiorum” y otros
documentos corporativos anotada en fuentes)
|
[i] Es
importante añadir que, avanzado un poco más el capitalismo con la Revolución
Industrial y el consecuente crecimiento de las ciudades y de las demandas de
instrucción así como la escasez de docentes y escuelas, hubo intentos de
maximizar la efectividad de la enseñanza mutua que brindaban los alumnos
monitores con métodos de enseñanza elemental como el difundido por Joseph
Lancaster (1778-1838) que llegaba a atender hasta a 1000 estudiantes por cada
maestro pero hacia medidados del siglo XIX fue desapareciendo a favor de la
generalización de la enseñanza simultánea grupal a cargo del docente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario